Una casa "moderna"

En este espacio suele hablarse de la riqueza cultura y natural del municipio de Huichapan, Hgo., pero ahora queremos tratar de uno de lo problemas más frecuentes en la conservación de la imagen de las ciudades virreinales: la inclusión de arquitectura contemporánea en el tejido urbano colonial.

Para ilustrar el problema se mostrará un caso lamentable y reciente de arquitectura “moderna” en el centro histórico de Huichapan.


La construcción que se muestra en la foto rompe con la arquitectura característica de la ciudad, tanto por los materiales como por la morfología del inmueble, aun cuando está en obra negra, es evidente que no muestra respeto alguno por el contexto. Como se sabe, los edificios coloniales mantenían un paramento exterior que unificaba los inmuebles de una misma cuadra, generalmente con la misma altura, es decir, todos tenían un muro que le daba contención y trazaba la visual de la calle. Además era infrecuente el uso de paramentos curvos, con vanos o ventanas tan apaisadas y curvas.

La construcción de esta casa pasó sin ver de las autoridades. Lo lamentable es que contamina y permite la violación de los reglamentos que protegen la imagen urbana de las ciudades que, como Huichapan, se precian de su patrimonio antiguo y de la buena apariencia de sus fachadas.

Es evidente que los propietarios pueden hacer con su terreno los que les parezca más conveniente, una casa a su gusto, por ejemplo, y sin embargo, estamos ante un conflicto entre el bien particular y el bien común. Lo curioso es que no se suele caer en la cuenta que proteger el bien común -en este caso la imagen urbana-, protege también el bien particular. El valor de un inmueble esta dado tanto por el edificio en sí, como por su ubicación, la buena apariencia de una casa, depende de la casa, la cuadra y el barrio. Por otra parte, es obvio que el arquitecto pensó que encontraba en alguna colonia de las afueras de la ciudad de México cuando proyectó ésta casa.

Hay que tener cuidado con el crecimiento (modernidad) de la ciudad, porque nos podemos quedar sin nada.

La piel de la arquitectura

Son los detalles los que hacen al conjunto, es la suma de las partes lo hace interesante un todo.

En esta ocasión vamos a tratar de un elemento modesto, pero no menos importante: la pintura mural.
La pintura mural es, en palabras de Juan Benito Artigas, “la piel de la arquitectura”, la epidermis que protege al inmueble y le aporta interés. Un edificio sin los acabados, es como un hombre desnudo o peor, como un desollado.

Huichapan conserva buena parte de los aplanados antiguos de las casas, gracias a las condiciones ambientales y al cuidado de su gente. No ha sucumbido a la moda petrófila que ha “desnudado” numerosos inmuebles históricos en Morelia y en otras ciudades coloniales.
Una de las posibles razones por la que se conservan los aplanados es precisamente porque se cuenta en los alrededores de la población con numerosos bancos de piedra, es decir, cuando se deseaba mostrar la piedra al natural, se podía conseguir en abundancia para hacer sillares como los que exhibe la portada del la parroquia de San Mateo. En cierto sentido, la piedra no era un lujo del que se podía ostentar. Pero lo más habitual era cubrir, tanto la piedra tallada en sillares como la piedra sin labrar, por gusto y por razones de preservación. Los aplanados de cal y arena dan impermeabilidad, cohesión y por ende, protección a los muros.

Esos muros, ya blanqueados con cal, eran amplios lienzos que, conforme al gusto de la época, no podían quedar en blanco y en atención a las posibilidades del que pagaba, podían ser más o menos “ricos”. Los más interesantes tenían motivos que podían emular grandes sillares o trampantojos, figuras geométricas o vegetales, generalmente en un patrón repetitivo.

Un ejemplo que aun es posible observar y habla de hasta que punto fue aprovechado el legado del capitán Manuel González en la construcción de la parroquia de San Mateo, se conserva en lo alto del muro testero del brazo del templo. Es un muro bien visible desde la plaza principal.
Es un fragmento que muestra motivos florales en negativo sobre recuadros rojos, intercalados con recuadros blancos. Los motivos florales alternan flores de cuatro pétalos y flores de liz dispuestas horizontalmente.
Además, en ese muro es posible ver irregulares líneas horizontales y verticales, como “costuras” blancas entre las tareas, o tramos de aplanado que un albañil hace en un día de trabajo.

Se conserva un ejemplo similar en Amecameca, Estado de México, en la portada del templo, que fue restaurada siguiendo el patrón repetitivo original.

Recomendable leer el artículo sobre Los acabados de los monumentos novohispanos y la petrofilia al final del siglo XX, haciendo clic aquí.

Don José Antonio Morales León


En la parroquia de San Mateo Huichapan se alberga una pintura de lo más interesante que exhibe plásticamente la importancia de esta parroquia a mediados del siglo XVIII.

La pintura plasma al presbítero bachiller don José Antonio Morales León, cura “de su Majestad”, que fue el primero en tomar posesión de la parroquia tras la salida de los religiosos franciscanos, por el proceso de secularización que llevó a cabo la Corona en el siglo XVIII.

El presbítero se muestra de pie vestido con traje talar y manteo, porta un libro pequeño en la mano derecha y apoya la otra en el birrete sobre una mesa con paño rojo. El fondo es un librero que muestra los lomos y títulos de numerosos libros, un cortinaje rojo y una reja de madera del lado derecho.

Una cartela en forma de escudo tiene la siguiente inscripción:

BAchiyer Dn Joseph Antonio Morales cura p[arroco] Su M[ajestad] DE esta doctrina de Guichapa y su juez eclesias[tico] Fue, el primer clérigo que Entro Despues de los relig [iosos] fransiscanos y To- mo posesión eN 23 de D[iciembre] de 1754

Al pie, se lee lo siguiente:

Petri, et Francisci segueris vestigia Ioseph/ Christi pascis oves ipse DoMUn reparas./ viva at que [ilegible]deprecor ANNos, ut miser[ilegible]/ A Costa de un Amigo de S Cura [ilegible] ecido año de 1758

Este segundo texto es posiblemente un elogio erudito –en latín- para el bachiller y señala quien pagó el lienzo.

Se tiene noticia de la existencia de, al menos, una carta entre este personaje y Agustín de Ahumada y Villalón, Marqués de las Amarillas, virrey de la Nueva España (1755-1760) en el que se le solicita que “con sigilo y reserva” informe si el Alcalde Mayor reside en la cabecera y atiende personalmente los deberes de su cargo. A esta solicitud el bachiller responde que: […] en poco menos de un año que entró de Alcalde Mayor en esta provincia don Francisco de la Colina le ha visto asistir y servir personalmente el empleo en esta cabecera, que es el pueblo principal [se refiere a Huichapan], a excepción de una y otra vez que por poco tiempo ha salido a entera de tributos dejada encargada la administración de Justicia a un vecino que lo ha sido don Diego de la Canal,[…]. En resumen, el bachiller tiene una buena opinión del desempeño del alcalde, Don Francisco de la Colina.

Si bien esa carta no revela abandono del cargo por parte del Alcalde mayor, pone en evidencia que una de las muchas razones para secularizar las parroquias, era también, que el gobierno virreinal y en última instancia la Corona, contaban con el clero secular para tener un mejor control de sus amplios dominios y definitivamente, la provincia de Xilotepec con su cabecera o alcaldía en Huichapan no les era indiferente.

Para concluir, esta pintura se localizaba originalmente en la sacristía de la Tercera Orden, pero fue traslada para que la sacristía fuera usada como capilla por unas religiosas que desde hace años viven en un anexo de ese templo, lo cual contradice la vocación histórica de ese recinto e imposibilita la visita a ese bellísimo lugar.

Bibliografía:

Mendoza Muñoz, Jesús. El gobierno Virreinal de la Provincia de Xilotepec y Huichapan. Fomento Histórico y Cultural de Cadereyta, Cadereyta, 2007

La presa Libertad, 1912



El 23 de junio de 1912 fue para Huichapan un día solemne. Aquel día, Francisco I. Madero, primer presidente de México, después de los largos años de la dictadura porfirista y con apenas unos meses en el cargo, llega para inaugurar la presa Libertad en los terrenos de la Hacienda de Tocofani en la barranca conocida cómo Arroyo Hondo o Barranca del Gallo. Llegó acompañado de su mujer, Sara Pérez. Se observan también en las fotografías algunos militares.



La serie fotográfica que acompaña estas líneas da buena cuenta de la expectación que la figura del presidente Madero suscitó entre los pobladores de Huichapan, entre los jóvenes de camisa de manta que no apartan la vista del recién llegado, como entre las mujeres sentadas en la estación del tren con sus mejores y más elaboradas galas, incluso con pieles ¡en pleno junio!




En las dos imágenes que muestran la colocación de la primera piedra de la presa que actualmente lleva el nombre de Francisco I. Madero, se observan numerosos hombres con el sombrero en la mano, expectantes, mientras que en la siguiente imagen es posible ver al presidente con la cuchara de albañil en la mano.




















En esa ocasión Francisco I. Madero dio un discurso muy interesante y que tiene frases con plena vigencia que merecen la pena recordar:

Yo tengo la convicción de que los pueblos, para llegar a ser grandes, necesitan de la ayuda de todos sus hijos. Es una utopía suponer que los Gobiernos deben hacer todo; los Gobiernos deben ser honrados, deben de presentar la oportunidad a todos los ciudadanos para que puedan desarrollar su energía.

Y más adelante dirá:

Y ahora, que algunos malos mexicanos, que no saben cuál es el modo de servir a la patria y de trabajar por su engrandecimiento y que se han rebelado contra el Gobierno creyendo que es cosa muy fácil derrocar a un gobierno constituido legítimamente; que estos malos mexicanos tomen ejemplo de los hijos de Huichapan, que se reúnan entre sí para construir presas, para regar sus tierras, y de ese modo lograrán conquistar su bienestar y lo deberán a ellos mismos, porque el único capital honrado, el único capital que proporciona bienestar y orgullo a su poseedor es el capital conquistado por el esfuerzo personal, no el que se: obtiene por medio de la rapiña, el robo o el azar; además, el capital que se obtiene por otros medios que no sea el trabajo y el ahorro no es duradero, se va como viene...


Que el ejemplo vuestro, del simpático Ayuntamiento de Huichapan, sea seguido por los demás de la República, qué todos los mexicanos comprendan que para resolver el problema agrario y los demás problemas nacionales se necesita la iniciativa privada, se necesita del esfuerzo común, y habremos logrado encarrilar a nuestra patria por el verdadero sendero del progreso y la democracia, porque éste está vinculado precisamente con el bienestar de los ciudadanos, con su progreso, con la pequeña agricultura, porque el pequeño agricultor es un ciudadano que ejerce sus derechos, que cumple con sus deberes, porque sabe que sólo así puede salvar sus intereses, conservarlos para sus hijos.


Con gran placer acepté la invitación que se me hizo para poner la primera piedra de esta presa, porque quise demostrar con esto mi grandísimo empeño porque se desarrolle la agricultura; quise con mi presencia alentar a los buenos ciudadanos que han llevado a Cabo esa iniciativa y para que su ejemplo sea seguido por nuestros demás conciudadanos.



Más tarde, aquel mismo día, el Gobernador del estado de Hidalgo, Ramón Rosales, le ofreció un banquete donde el presidente tuvo oportunidad de decir lo siguiente, que da buena cuenta del orgullo que los huichapenses sienten por su historia:

(…)El problema agrario lo resolveremos en México con el arado y no con el fusil; necesitamos soldados como el Ayuntamiento de Huichapan y como sus hijos que se reúnen para construir presas, obras hidráulicas para regar sus tierras y no como aquellos que toman las armas para ir a robar la tierra a sus poseedores.
Siempre guardaré recuerdos gratísimos de mi estancia en esta simpática ciudad; aquí he venido a enterarme de las páginas más gloriosas que ha escrito en nuestra historia. El señor licenciado Anda y Siliceo en la Presa nos narró algunos acontecimientos que nos han conmovido profundamente y que nunca olvidaré.


Si bien la terminación de la presa se vio interrumpida por la revolución y fue concluida hasta el gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas, la presa Madero sigue siendo un importante y bello testimonio de aquel momento.

Para leer completos los discursos de aquel día, hacer clic aquí.

Agradecemos la información e imágenes proporcionadas al autor de este excelente blog.


Bibliografía:
"La obra de la comisión nacional de irrigación durante el régimen del Sr. Gral. de división Lázaro Cárdenas 1934-1940", Tomo I, publicado en México, en 1940.

Unión de amigos

El actual estado de Hidalgo fue, durante el siglo XIX, uno de los principales productores de pulque, bebida de origen prehispánico que es producto de la fermentación del aguamiel, que se obtiene del maguey. Una de las zonas más prosperas en la producción de esta bebida fueron los llanos de Apan, pero al parecer, en el valle de Huichapan se producía también, tal como lo muestran estas fotos de tlachiqueros.

El pulque fue durante el virreinato y el siglo XIX, la bebida por excelencia para ricos y pobres, jóvenes y viejos, parte integral de las comidas familiares. Pero durante el porfiriato, el creciente gusto por lo europeo así como una campaña bien orquestada, satanizaron el consumo de esta bebida. Esta campaña continúo durante las primeras décadas del siglo XX. A partir de los años veinte, el gobierno intentó erradicar al pulque por "embrutecedor", "antihigiénico" y "causa de degeneración" de la clase trabajadora y la población indígena. Entre los críticos del pulque, se aludía a su viscosidad y olor para tacharlo de "nauseabundo y asqueroso". Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se organizaron campañas antialcohólicas que tuvieron como objetivo suprimir por completo la ingestión de pulque.

Como alternativa al pulque se propuso beber cerveza, que en esa época no se consideraba del todo alcohólica. Desde la década de los veinte, en las ciudades se anunciaba la cerveza como una "bebida familiar", "rigurosamente higiénica" y "moderna". Además, entre las clases medias, se incitó a tomar cerveza con fines "alimenticios" y "terapéuticos".
Sin embargo hoy se sabe que el pulque es una fuente rica en vitamina C y es un alimento que incrementa la producción de leche en mujeres en periodo de amamantar siendo también un tónico refrescante.
A la larga, la batalla contra el pulque triunfó en las grandes ciudades. En las urbes del país es más fácil conseguir una cerveza que un vaso de pulque. El pulque fue desplazado por la cerveza, del mismo modo que las aguas frescas fueron sustituidas por los refrescos.

En Huichapan existió esta pulquería con el alegre nombre de “Unión de Amigos” que se localizaba a lado de lo que hoy es el mercado. Cabe mencionar que lamentablemente para la edificación del actual mercado municipal, se hizo leña con los sabinos milenarios que rodeaban la antigua alberca o manantial que surtía a la ciudad.

¿Qué hace ese hombre allá arriba?



En lo alto de la torre campanario de la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, templo que por dos siglos fue la iglesia mayor de Huichapan, se encuentra la escultura, en apariencia pequeña, de San Cristóbal. ¿Qué hace en lo alto ese personaje?

El campanario, posiblemente construido en 1692, fecha que aparece en la base de la torre, sobre la fachada, muestra un estilo claramente barroco novohispano. La torre esta compuesta por tres cuerpos y decorado por motivos vegetales y pilastras entorchadas por “perlas”, coronadas con penachos por capiteles(es decir, no coinciden con los ordenes conocidos: jónico, dórico, corintio, etc.).
En la clave de los arcos de los vanos del primer cuerpo, se observan los cuatro evangelistas y las esquinas de cada cuerpo ostentan pináculos, muchos ya perdidos.

Y en el remate, sobre una pequeña cúpula, San Cristóbal.

San Cristóbal es un santo fabuloso cuya leyenda se popularizó en el siglo XIII mediante la Leyenda Dorada. En ella se cuenta que ese personaje era un gigante, que orgulloso de su fuerza, se dispuso a servir al rey más poderoso del universo y se colocó al servicio de un monarca, pero al advertir que éste temía a Satán, lo abandonó por servir al diablo. Posteriormente, al advertir que el diablo temía la vista de una cruz, le abandonó para servir a Cristo, y sin tener manera de encontrarle, se puso a trabajar a las ordenes de un ermitaño, cruzando a los viajeros de una lado al otro de un río.
Una tarde, un niño le pidió lo pasase a la otra orilla y el gigante lo cargó en sus hombros, pero su peso era muy superior al de un niño, tanto, que con dificultad llegó a la otra orilla apoyándose en una palmera. Entonces el misterioso niño se dio a conocer como Cristo y le impuso el nombre de Cristóbal, que significa “el que porta a Cristo”.

Según la creencia popular este santo protege contra la mala muerte o muerte sin confesión y basta con mirar su imagen para estar protegido contra este peligro durante todo el día.
A pesar de que tanto la Reforma protestante como la Contrarreforma católica pusieron en entredicho la veracidad de su historia, en la Nueva España prevaleció su culto.

No es tan inusual la colocación de este personaje en los campanarios ya que se conoce que se pintaron grandes imágenes de este santo en los campanarios de Santiago Tianguistenco y Tochimilco (esta última, ya desaparecida) para ser visto a la distancia, pero es peculiar que sustituya a la cruz como remate. De ahí su importancia y rareza.

Presentan, tanto el santo como el Niño, una perforación a la altura del pecho, lo que ha dado pie a numerosas especulaciones.
Lamentablemente la cabeza del Niño fue fracturada posiblemente por el impacto de un proyectil o bala, así como las manos del Niño y el santo.

¿Qué hace entonces San Cristóbal ahí arriba? Protege desde hace 317 años a los pobladores de Huichapan contra la mala muerte… a condición de mirarle con frecuencia.

La historia de un kiosco



El kiosco que actualmente se observa en la plaza de Huichapan es, en realidad, el tercer kiosco que existe en ese lugar.
La apalabra kiosco viene del francés kiosque, que a su vez viene del turco köşk, y este del persa košk, y este del pelvi kōšk, pabellón. Y que se define como: "Templete o pabellón en parques o jardines, generalmente abierto por todos sus lados, que entre otros usos ha servido tradicionalmente para celebrar conciertos populares."



El primer kiosco, que muy probablemente se instaló a finales del siglo XIX, siguiendo una moda europea, era de metal, como la torre Eiffel y otros edificios modernos. De haberse conservado sería un interesante ejemplar de la arquitectura en hierro, pero, por desconocidas razones, fue sustituido por otro en estilo Colonial-californiano, lo que permite fechar su construcción en el segundo cuarto del siglo XX. Posteriormente, se demolió y en su lugar se colocó el busto de Julián Villagrán que ahí se conserva.



Emulando este segundo kiosco se construyó a finales del siglo XX el actual, en un emplazamiento distinto pero dentro de la misma plaza.
El kiosco no tiene en las circunstancias actuales la misma importancia y función que tuvo el primero ya que raramente se ocupa.

La importancia de la antigua cruz atrial del Santuario de Guadalupe y su relación con la cruz atrial de Huichapan, Hgo.

Por Marcela Zapiain González ©[1]



El Museo de la Basílica de Guadalupe resguarda en su acervo una pieza magnífica que, sin embargo, ha pasado discretamente en los libros de la historia del arte mexicano.
Me refiero a una cruz atrial de generosas proporciones que es uno de los pocos elementos arquitectónicos del siglo XVI que se conservan en el conjunto guadalupano y que presenta -curiosamente- gran semejanza formal con su similar de Huichapan, Hidalgo; población que se encuentra a más de 150 kilómetros de distancia de La Villa. Esta cruz es una admirable síntesis de la Pasión de Cristo, pasaje de la religión católica que fue evidente, en su momento, sólo para los catecúmenos [2] y bautizados. Como se sabe, durante el siglo XVI las cruces fueron multiplicándose al paso de los españoles.
Es conocida la gran devoción que Hernán Cortés profesaba a la Santa Cruz. Los primeros franciscanos también hicieron suya esta costumbre, implantando la cruz como primera medida evangelizadora sobre las pirámides y adoratorios indígenas y ya posteriormente, enseñoreando todas sus fundaciones.[3]

La antigua cruz atrial del Santuario de Guadalupe se conserva ahora en un pequeño patio de la planta baja del Museo.
Se ignora el lugar exacto de su primer emplazamiento pero debió haberse ubicado cerca de la primitiva parroquia construida a los pies del cerro del Tepeyac. Hacia principios del siglo XVIII ya se le observa en el atrio frente al acceso de lo que hoy se conoce como la Antigua Basílica. Así lo testifica una importante pintura realizada en 1709 por el pintor Arellano y titulada Traslado de la imagen y estreno del Santuario de Guadalupe. Esa obra, además, muestra al pie de la cruz una curiosa inscripción: Esta S. Cruz seallo en un monte de la forma q sebe [sic].
Hasta el momento, no se ha encontrado documentación que explique esta inscripción, que puede hacer referencia o no, al monte o cerro del Tepeyac, aunque sí se tiene noticia de una cruz tallada -al parecer de madera- que ahí se encontraba como única señal que guardaba la memoria del lugar donde se había llevado a efecto la “primera aparición” guadalupana.[4] Posteriormente se desconoce la ubicación de la cruz, ya que no se localiza en una litografía de 1853 que representa una vista general de La Villa.[5] Más adelante se le reubicó cerca de la Parroquia de Indios, y luego, hacia los años sesenta fue colocada en un pedestal en el presbiterio de la misma. Después se exhibió en la muestra internacional Esplendores de treinta siglos [6] y finalmente se incorporó a la colección del museo en 1993. A diferencia de la de Guadalupe, la cruz atrial de la Parroquia de Huichapan ha permanecido en su sitio, en el centro de un amplio atrio durante más de cuatro siglos. La semejanza entre ambas cruces fue señalada por Reyes-Valerio:

[…]algunas cruces de atrio como las de Atzacoalco, México, y la Villa de Guadalupe, Distrito Federal, así como en las de Jilotepec y Huichapan, en Hidalgo, guardan estrecha semejanza, como si hubiesen salido de un solo taller […].[7]

La cruz atrial del Museo de la Basílica de Guadalupe y de la parroquia de Huichapan, presentan muchas más similitudes entre sí que las que también comparten con las de Atzacoalco y Jilotepec. [8]

El cuerpo de ambas cruces es monolítico,[9] es decir, fue labrado en un solo bloque de piedra, lo que puede ser considerado como una proeza técnica para el siglo XVI.[10] En ambas, el palo vertical y el travesaño son de sección elíptica, o forma ovalada y muestran los elementos iconográficos en altorrelieve. Al pie de las dos cruces, sobre el palo vertical (obviando que la cruz de La Villa ha perdido su desplante original) se observa el cáliz y la hostia o Sagrada Forma, lo que las distingue de otras cruces, tal como menciona Pedro Rojas.[11] Por encima de las imágenes eucarísticas aparecen uno de los clavos y un chorro de sangre con un tratamiento muy interesante que revela la iconografía y la mano de obra indígena; un poco más arriba, se ve la columna de la flagelación, con las sogas con las que se ató a Cristo, formando dos equis sobre el fuste de la columna.



Ésta remata en un capitel donde reposa el gallo que hace referencia las negaciones de San Pedro la noche del Prendimiento. Una característica particular, es la generosa corona de espinas que rodea el palo vertical y descansa sobre de los brazos de la cruz, a manera de flexible guirnalda: se trata de una corona con espinas de inverosímiles dimensiones. Por encima de ésta, aparece el rostro de Cristo, también coronado con espinas y de proporciones más normales. Casi sobre la frente del Divino rostro hay dos fajas de las que se desprenden gallones que forman una especie de capitel, aunque dan la apariencia de formar un penacho o tocado de plumas sobre el rostro de Cristo. En el remate, se observa la amplia cartela con la leyenda INRI, [12] enmarcada por pequeños tronos de muy estilizadas alas y flores en las esquinas, parecidas a la floración de algunas cactáceas. [13]

Los brazos del travesaño están decorados cada uno con una cinta, parecida a una estola, que cruza sobre sí misma formando una equis y que posiblemente emula el lienzo usado para el Descendimiento.

Luego, uno a cada lado, aparecen los clavos de la crucifixión sobre abundantes chorros de sangre. Las puntas del travesaño fueron rematadas con decoración fitomorfa. Además, en los costados del palo vertical de ambas cruces se contemplan el sol y la luna con rostros humanos, la tenaza, la escalera, la túnica, la lanza, la caña, el hisopo con la esponja empapada en vinagre y la espada de Pedro con todo y la oreja de Malco. La cruz atrial del Santuario de Guadalupe también muestra un martillo, mientras que en la de Huichapan se observan los dados, el flagelo, una pila de monedas (que recuerdan la traición de Judas) y un puño con un mechón de cabello arrancado a Cristo. El parecido entre ambas cruces es innegable y a pesar de que no se ha encontrado documentación al respecto, es posible suponer que las dos son obra de un mismo taller o artista. Aunque hasta el momento es imposible determinar la fecha exacta de la factura de estas cruces, se sabe que la fundación de Huichapan, Hgo., o mejor dicho, la llegada de los primeros españoles y la primera misa celebrada por los franciscanos en ese lugar fue en 1531[14] y por otro lado, algunos autores fechan la cruz atrial del Santuario de Guadalupe como anterior a 1556.[15] Esto permite suponer que ambas cruces fueron realizadas en el segundo cuarto del siglo XVI.





Todavía falta por conocer si, como mencionan algunos autores, en esas cruces no se mostraba al Hijo de Dios crucificado para no confundir a los indios, erradicar la costumbre de los sacrificios humanos y evitar las profanaciones por parte de los más belicosos [16] o bien, como se puede especular, estas cruces tienen una vinculación con alguna devoción por las Arma Christi o Armas de Cristo, [17] que es como se conoce al conjunto de los instrumentos de la Pasión. Esta práctica piadosa fue amplia y plásticamente extendida durante el siglo XVI,[18] y se hace necesario investigar si se trataba de una devoción franciscana o bien una particular que profesaba el primer Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga.
Hasta el momento, esta última afirmación puede fundamentarse gracias a la presencia de las Arma Christi en la panoplia o escudo al centro del gremial [19] que utilizó el obispo, y que se conserva en el Museo Nacional del Virreinato en Tepozotlán. Como se mencionó, la cruz fue uno de los primeros modos de indicar el establecimiento de cada nuevo asentamiento o fundación, y por lo tanto cabe preguntarnos si ¿podría ser la antigua cruz atrial de la Basílica de Guadalupe uno de los pocos vestigios conservados de la primera fundación sobre el Tepeyac?



Notas

[1]
[2] Personas que se están instruyendo en la doctrina y misterios de la fe católica, con el fin de recibir el bautismo.
[3] Rojas, Pedro. Historia General del Arte Mexicano, Editorial Hermes, México-Buenos Aires 1963 p. 18
[4] Cayetano de Cabrera y Quintero, Escudo de Armas de México, México, Viuda de D. Joseph Bernardo de Hogal, 1746, p. 370
[5] Casimiro Castro (1826-1889), dibujo y grabó, Decaen, editó La Villa de Guadalupe el 12 de diciembre 1853, 1855 Litografía
[6] Nueva York, San Antonio, Los Ángeles, Monterrey y la Ciudad de México.
[7] Reyes-Valerio, Constantino. Arte Indocristiano, INAH, México, 2000. p. 329
[8] Las cuatro presentan como característica particular el altorrelieve con el cáliz y la hostia al pie de la cruz y el tratamiento de los chorros de sangre. La gran corona de espinas a manera de guirnalda es solo compartida por la cruz de la Basílica, la de Huichapan y la pequeña cruz de Atzacoalco, que es casi de la mitad de tamaño de las dos anteriores.
[9] Los remates, que contienen la cartela “INRI” son piezas aparte.
[10] La mayor proeza radica en lograr obtener de la misma pieza los brazos de la cruz.
[11] Rojas, Pedro, op. cit. p. 19
[12] Iesus Nazarenus Rex Iudeorum (Jesús Nazareno Rey de los judíos)
[13] El remate de la cruz atrial del Santuario de Guadalupe fue sustituido hacia 1960 por otro, hecho a imagen del original, mismo que aún se conserva en el Museo.
[14] Fernández, Justino. Catálogo de construcciones religiosas del Estado de Hidalgo. SHCP-Dirección General de Bienes Nacionales, México, 1940, Vol. I, pp.335-340
[15] Elizabeth Hill Boone y Thomas B.F. Cummins “Colonial Foundations: Points of Contact and Compatibility” en The arts in Latin America, 1492-1820, Philadelphia Museum of Art, 2006, p.15
[16] Monterrosa Prado, Mariano. “Simbolismo de la cruces del siglo” en Primer Simposio Internacional de Arte Sacro en México, Azabache-Sedesol, México, 1992 pp.229-241
[17] Bierdermann, Hans. Diccionario de Símbolos, Paidós, Barcelona, 1993 p. 46
[18] Revilla, Federico. Diccionario de iconografía y simbología, Cátedra, Madrid, 1990 p. 56
[19] Paño cuadrado que usan los obispos, poniéndolo sobre las rodillas, en algunos ritos litúrgicos.

Fuente: Boletín Guadalupano; Año VI, núm. 78. Junio de 2007.

Capitán Manuel González de León


Entre las riquezas patrimoniales de México es frecuente mencionar la barroca iglesia de Santa Prisca de Taxco, Gro. como una de las mayores. Este templo, costeado enteramente por el minero José De la Borda, era una suerte de exvoto que el acaudalado minero ofrendaba a Dios y al pueblo de Taxco, lugar donde vivió la mayor parte de su vida y donde estaban las minas que le dieron incontables riquezas. Don José De la Borda nació en 1699 en Jaca, España y murió en 1776 o 1777 en Cuernavaca, Mor. Su mayor obra, la iglesia de Santa Prisca, además de ser una forma de gratitud, era también en cierta medida, un capricho, ya que debía ser costeada enteramente por él y dispuso de los mejores maestros para llevarlo a cabo. La historia de este notable minero y de su obra, están espléndidamente mostrados en el libro La iglesia de Santa Prisca de Taxco, escrito por historiadora Elisa Vargas Lugo. Por cierto, la iglesia de Santa Prisca de Taxco fue consagrada por el obispo de Manila, Manuel Antonio Rojo de Lubián y Vieyra (1708- 1764) huichapense, del que, de ser posible, se hablará más adelante.

Son pocos los estudios que de otros benefactores ilustres se han hecho. Uno pendiente es el del Capitán Manuel González Ponce de León (1678-1750), hijo y benefactor de Huichapan. Recientemente se publicó su testamento paleografiado hallado en el Archivo General de la Nación (1). Este documento da cuenta del caudal que un prospero hacendado agrícola podía llegar a adquirir, incluso en una región como Huichapan, y también, de su generosidad para con el pueblo que lo vio nacer.
Entre las obras que este hombre legó gracias a su fortuna, están el retablo de la capilla de la tercera Orden y el de su sacristía, la escuela de primeras letras para todos los niños del pueblo, la capilla del Calvario, establecida en el lugar por él dispuesto, la fuente o “pila curiosa” de la plaza del pueblo con “cañería subterránea” y la presa, así como la actual parroquia de San Mateo, aunque, por lo que se deprende de su testamento, su intención original era ampliar la primera iglesia mayor del pueblo, la actual iglesia de Santa María de Guadalupe, dotándole de un crucero, dos retablos colaterales y una capilla de indios.

El notabilísimo templo de San Mateo resguarda la única imagen conocida que se conserva de Don Manuel González, mostrado como un personaje orante en un nicho del lado izquierdo del presbiterio. Esta escultura fue objeto de un muy interesante estudio que puede verse haciendo clic aquí. Junto a esa escultura aparece una cartela que indica que también gracias a su herencia fue posible construir la alberca y las capillas del cementerio y otras obras pías no especificadas, que pueden ser las que menciona wikipedia.
Hay que mencionar que todas las obras que costeó la fortuna el capitán de infantería, son ahora un patrimonio artístico invaluable y siguen haciendo un gran servicio a los huichapenses del siglo XXI.



(1) Mendoza Muñoz, Jesús y Eduardo Espíndola Alvarado. Testamento del Capitán Manuel González, Benefactor de Huichapan. Antología documental. Fomento Histórico y Cultural de Cadereyta, Cadereyta 2005

De puertas, dinteles y anagramas


Esta casa, ahora muy deteriorada y dedicada a fungir como “antro” o discoteca los fines de semana, muestra en el dintel de la puerta lo que fue costumbre común en las puertas de muchas casas en Huichapan. Junto a la fecha de conclusión, en este caso el año de 1730, se leen las inscripciones IHS y IOSPH, que son los anagramas de Iesus Hominum Salvator (Jesús Salvador de los Hombres) y Ioseph, es decir José o San José.

El anagrama de Cristo sobre los dinteles de las puertas fue costumbre frecuente después del siglo XV en los países de Europa mediterránea y en los virreinatos en América. Fue por influjo de San Bernardino de Siena (1380-1444) el gran difusor del anagrama del nombre de Jesús y de la devoción a tan divino nombre (ver aquí). Este santo franciscano logró mediante su prédica, hacer de esta insignia una manifestación del reinado de Cristo, coronando y “protegiendo” casas grandes y modestas. Posiblemente esta tradición haya sido implantada en la Nueva España al paso de los franciscanos, que dedicaron uno de los más importantes templos construidos en el siglo XVI a San Bernardino en Xochimilco.

Posteriormente, en muchos dinteles, al anagrama de Cristo se sumaron el de María y el de San José alcanzado altas cotas de complejidad y estilización.

Junto a los anagramas, aparece la fecha de concusión de la casa: Año 1730. Un año antes, en 1729 se funda la ciudad de Baltimore en lo que aun eran las trece colonias británicas en América; hace apenas cuatro años, se canonizó a San Juan de la Cruz y este año se considera el momento de mayor esplendor del barroco mexicano y el inicio de la Ilustración.

Es una lástima que esta tradición se haya perdido, o al menos, el sentido de estas “misteriosas” letras entrelazadas. Parece sin embargo, que aun existe el gusto por colocar en la portada, la fecha de conclusión de una casa, tal como se muestra en otra casa de la misma calle que la anterior.
También es una lastima que no se conserve la puerta de madera con su postigo o ventanita claveteada.